El asombroso caso de Thaddeus Daniel Pierce: la vida congelada que desafió el tiempo
La medicina reproductiva ha alcanzado un hito sin precedentes con el nacimiento de Thaddeus Daniel Pierce, conocido en medios como “el bebé más viejo del mundo”. Este bebé vino al mundo el 26 de julio de 2025 en Ohio, Estados Unidos, pero su historia comenzó hace más de tres décadas, en 1994, cuando fue concebido mediante fecundación in vitro y su embrión fue criopreservado en nitrógeno líquido. Treinta y un años después, ese pequeño embrión desafió la biología, la ética y la conciencia pública al convertirse en una nueva vida humana.
La historia inicia con Linda Archerd, una mujer de Oregón con dificultades para concebir. Tras varios intentos fallidos, recurrió —junto a su esposo de entonces— a la fertilización in vitro. De los cuatro embriones obtenidos, uno fue implantado exitosamente y se convirtió en una hija. Los tres restantes permanecieron congelados año tras año, aun después del divorcio, cuando Linda asumió la custodia y el costo de almacenamiento. La opción de descartarlos o donarlos a la ciencia fue descartada por convicciones éticas; en su lugar, buscó una adopción de embriones abierta, gestionada por una organización cristiana, donde los donantes y los receptores pueden conocerse, un modelo que privilegia la transparencia y el valor de cada vida desde la concepción.
Fue así como Lindsey y Tim Pierce, una pareja cristiana de Ohio, decidieron adoptar uno de esos embriones, tras siete años de intentar sin éxito convertirse en padres. El proceso no estuvo exento de complicaciones técnicas ni emocionales: descongelar embriones vitrificados con tecnología de hace tres décadas implicó riesgos considerables. Sin embargo, Thaddeus resistió el proceso y finalmente fue implantado en el útero de Lindsey en noviembre de 2024. El parto fue complicado, pero madre e hijo se encuentran sanos y agradecidos por lo que consideran un verdadero milagro médico, ético y espiritual.
“Todo embrión merece una oportunidad de vida, y el único que no puede dar lugar a un bebé sano es el que no se transfiere”, afirmó el endocrinólogo John Gordon, responsable de la clínica donde se realizó el procedimiento, y gran defensor del derecho a la vida desde el momento de la concepción. Cabe resaltar que este récord, avalado por el MIT Technology Review, supera los nacimientos previos de embriones criopreservados por más de 30 años. Según los especialistas, mientras la cadena de frío se conserve, la viabilidad del embrión podría ser indefinida, lo que refuerza la confianza en la criopreservación como alternativa para las familias que enfrentan infertilidad o desean postergar la maternidad.
El nacimiento de Thaddeus Daniel Pierce no solo marca un hito científico; también reaviva el debate sobre los dilemas éticos y legales en torno a la reproducción asistida. La “adopción de embriones”, promovida especialmente por organizaciones religiosas, representa una alternativa ética frente al descarte de embriones y promueve la protección de la vida en todas sus etapas, un valor defendido por el movimiento pro-vida y apreciado en numerosos círculos conservadores.
Familias y comunidades religiosas en Estados Unidos celebran este récord con orgullo y admiración, reconociendo en la perseverancia de los Pierce un testimonio de fe, esperanza y amor ante la adversidad. Así, la historia de Thaddeus es mucho más que una curiosidad médica: es un símbolo del potencial humano y de la defensa de la vida frente al desafío de la modernidad.