El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, defendió con firmeza su nuevo plan militar para la Franja de Gaza, asegurando que “es la mejor forma de terminar la guerra” y hacerlo “rápido”, en medio de crecientes presiones internas por los rehenes y fuertes críticas internacionales por el impacto humanitario del conflicto. El gabinete de seguridad aprobó la estrategia para ampliar operaciones y “tomar el control” de Ciudad de Gaza, a fin de desarticular los dos últimos bastiones de Hamás y facilitar una fase final del conflicto.
En una conferencia con prensa internacional en Jerusalén, Netanyahu afirmó que Israel mantiene control militar sobre entre 70% y 75% de la Franja y que el objetivo inmediato es operar en Ciudad de Gaza y los campos del centro, donde aún se concentran estructuras de Hamás y parte de los rehenes. “No buscamos ocupar Gaza, sino desmilitarizarla”, subrayó, al detallar un plan en cinco pasos: desarmar a Hamás, liberar a todos los rehenes, desmilitarizar la franja, asegurar un control de seguridad israelí predominante y establecer una administración civil no israelí.
El primer ministro indicó que la nueva ofensiva comenzará “relativamente pronto”, con un calendario “rápido”, condicionado a la creación de zonas seguras para evacuar a civiles y a un “impulso humanitario” coordinado con Washington que amplíe los corredores y puntos de distribución de ayuda. La BBC y Reuters reportaron que la decisión generó advertencias en el Consejo de Seguridad de la ONU y llamados de socios occidentales a frenar el plan por el riesgo de más víctimas y por el impacto sobre los rehenes. Aun así, Netanyahu sostuvo que Israel “terminará la guerra con o sin el apoyo de otros” y que no hay alternativa viable mientras Hamás se niegue a desarmarse.
El enfoque ha polarizado el debate dentro y fuera de Israel: miles protestaron en Tel Aviv exigiendo un acuerdo por los rehenes, mientras varios gobiernos europeos plantearon que la operación podría elevar “inaceptablemente” la cifra de muertos y complicar el retorno de los cautivos. Desde una perspectiva de seguridad, el gobierno israelí argumenta que concluir la guerra requiere quebrar la capacidad militar de Hamás en los centros urbanos que aún controla, y que posponer la operación prolongaría la amenaza para Israel y para los propios civiles atrapados bajo el dominio del grupo.
Con el plan ya aprobado y el inicio de operaciones “muy pronto”, Israel busca cerrar una fase decisiva: desarticular los últimos bastiones de Hamás, elevar la presión para la liberación de rehenes y establecer un marco de seguridad que impida la reconstrucción del poder militar del grupo. La promesa de zonas seguras y mayor ayuda humanitaria será clave para la legitimidad internacional de la operación, pero el pulso diplomático continuará conforme la ONU y aliados cuestionen los costos humanos y exijan garantías concretas para los civiles y los rehenes. Para Netanyahu, sin embargo, desmilitarizar Gaza y reafirmar el control de seguridad israelí es la vía más corta —y, a su juicio, inevitable— para terminar la guerra y evitar que Hamás recupere terreno.